viernes, 28 de agosto de 2009

A LA MARCHA INFINITA


Son pocas las horas de libertad que gozo cada día. Amanece afuera de mi cuarto, entre las sábanas persiste la noche que arropa los sueños fugaces del intelecto.

Pienso en órdenes de trabajo, a mil por hora, caminando centímetro a centímetro, paso a paso, de todas formas no llego a ningún lado.

El estrés emocional altera mi ritmo cardiaco. Hace meses abandoné el Distrito Federal, el aislamiento acabó cuando volé por encima de las nubes, aterricé en Mazatlán y mis alas desaparecieron como las de Ícaro cuando quiso alcanzar el sol.

Recuerdo los días gloriosos allá en el mundo contaminado, fuera de las marismas y la embriagues de los esteros olorosos a sales. Huele la noche húmeda, húmeda noche cae, sobre hombros adoloridos, resiste gigante.