viernes, 3 de julio de 2009

LOS FANTASMAS DEL CÁNCER by Samuel Parra


¿Puede una revista de espectáculos espantar a los fantasmas del cáncer? Es una enfermedad silenciosa, Amalia nunca escuchó los pasos del ladrón de salud que invadió su cuerpo.
Como todo gran golpe lo planeó cauteloso, el momento oportuno llegaría. Un descuido de Amalia fueron segundos de ventaja, allá iba el cáncer, hacia la matriz de esta mazatleca.
El oncólogo que atendió a Amalia sabía a qué se enfrentaba. Los expertos lo describen como un enemigo público, peligroso, hace miles de copias de sí mismo, cuando termina deja un tumor, apenas es el comienzo.

Y rápidamente va moviéndose entre países, saltando fronteras, evadiendo puntos de vigilancia y migración. Carece de pasaporte o lugar de nacimiento, se rige por el cuarto signo zodiacal y tiene visa universal.

Muchos organismos internacionales de salud lo tienen fichado, la Sociedad Americana del Cáncer reveló que en el mundo murieron 7.6 millones de personas durante el 2007... Amalia no quiere ser una estadística.

La joven afectada no pierde su tiempo, cada minuto le cuesta un día de vida. Ese valor desaparece, fugaz como los segundos mientras ella espera su turno, en la sala de urgencias de la Clínica 03 del Seguro Social.

Las paredes azules encierran un vacío de ansiedad. Hay más pacientes de pie que bancas ya ocupadas, aparte de miedo se siente calor, trabaja a marcha forzada el aire acondicionado.

Sin moverse de su silla Amalia viajó a lugares que sólo ella conoce, por un momento esa revista de espectáculos espantó a los fantasmas del cáncer.

Pudo fugarse hacia la libertad, atrás dejó los olores a medicina. Voló con dirección al cielo, abajo se quedó la farmacia carente de medicamentos, los pacientes que dudan si ese día saldrán de la clínica caminando o en camilla.

Amalia tomó quizá la mejor decisión, abandonó el edificio repleto de trámites y burocracia. Sus manos se convirtieron en alas para planear hasta que se cansara. De pronto, regresó a la realidad, nunca se fue de la sala de espera.

Olvidó la revista de espectáculos durante su viaje. Se quedó en su bolsa color negro, decorada con piedras brillantes y diamantina. Amalia la sacó de ahí, decidió hojearla como si fuera la primera vez.

A la mitad de la revista detuvo su lectura. La secretaría del médico familiar la buscó gritando su nombre, "¿Amalia?", la paciente respondió.

Todavía no era mi turno para pasar, faltaban tres pacientes. No me percaté a qué hora salió Amalia del consultorio familiar. La banca se quedó sola, también su revista.










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