martes, 3 de febrero de 2009

ME ATREVÍ A ADIVINAR / UN ANTI HEROE SOY


¿Qué pasa cuando tenemos un gran problema y no hay nadie que nos ayude a cargar con ese peso?

Nos sentimos resposanbles, culpables, inmaduros, oprimidos por nuestros sentimientos que nos traicionan. Incluso no confiamos en ellos.


Me di cuenta que puedo ser un baúl de pensamientos, el vertedero de esas penas que otros llevan acuestas. Y les dices "Yo estoy contigo, no te preocupes". Sientes bonito que alguien te confíe sus secretos. A la vez no porque es una maldición cargar con el dolor ajeno y más porque tú lo pediste.

Así le sucedió a una amiga que conocí en el Distrito Federal. Rápido nos
hicimos amigos. Poco a poco ella me abrió su corazón. Me contó sus sueños, miedos, anhelos. Que tenía deduas y todo problema común que experimenta una chava de 23 años de edad.

De familia acomodada, sin necesidad económica, ella misma se buscó problemas porque no hay una confianza directa con la madre ni con ningún familiae ¡Qué feo caso!

Me mandó un mensaje a mi celular. Pasaban de las 23:00 horas. Quiso un cigarrillo. Salí de mi casa, caminé tres cuadras mientras el frío me acogió en sus ráfagas. Llegué a su casa, la sala estaba iluminada a media luz. Envié otro mensaje para confirmar mi presencia. La puerta estaba abierta. Entré y ella me esperó en la sala para darle aquel cigarrillo que cinco minutos antes, tres cuadras atrás me pidió. Ella vistió pijama color negro, estampados rosas cubrieron su pecho. Yacía inmóvil sobre ese sillón verde esmeralda. Le extendí el cigarrillo. Fumamos juntos. La joven a lado mío cargaba con su bolsa llena de accesorios y secretos que luego reveló.

Intuí que algo andaba mal. Lo noté en su rostro, hablar u risa sin sentido, irónica como si en ese momento el miedo se escabulle de su cuerpo y escapa a otro sitio. Ella seguía riéndose.

Confesó a la primera pregunta que le hice y la más obvia "¿Con qué pena estás cargando?" Un cuantioso adeudo monetario le quitó el sueño esa noche. Pedirle prestado a sus amigos no era una opción favorable. Decirle a su mamá la verdad tampoco. La joven agotó el apoyo de su madre cuando tomó dinero de su bolso para pagar el primer adeudo. Lo liquidó pidiéndole prestado a un amigo y ahora le debe a este amigo que confió en ella.

- "¿Hay algo más? -Le pregunté.
- "Sí" -respondió la joven con una risa que no cabía en ese momento -"Hice algo más, pero si te digo no sé qué pensarás de mí"

Dí la última bocanada a mi cigarrillo, le dí el golpe al humo y lo expulsé de mi boca. Apagué el cigarro. Me recargué en el sillón de la sala y me atreví a adivinar.

- "¿Estás ...?

Me adelanté a los hechos. Acerté. Ella afirmó. Anunció su solución. Yo callé. Su voz se impuso, yo me aterré. Esa decisión irreprochable se materializaría en las próximas semanas. Una vida por otra. Decisión al estílo Rey Salomón. ¿Quién merece vivir?

Me puse en su lugar. El arrepentimento embargo mi alma, otro tanto de miedo cobró su cuota conmigo. Pensé las cosas y ahora detesto haberle dado ese cigarrillo. Decidí ser su Átlas. Una mano para cargar el peso de su lamento. Otra para secarnos las lágrimas mútuamente.