lunes, 7 de septiembre de 2009

AQUEL DEPARTAMENTO EN LA ROMA


Escucho a Regino Spektor porque fue la primera rola de mi lista de reproducción. No es mi cantante favorita, tampoco diosa de mi devoción. Interpreta "Real love", tema musical de John Lennon, mi músico favorito, llámenme devoto del ex integrante de The Beatles pero esta noche era lo indicado.

Las tardes bohemias me vienen a mi mente. Aquellas caminatas sin fin entre las calles del Distrito Federal. Me cuesta trabajo desentenderme de aquel mundo pero hay cosas que no conté. Vivencias extrañas, momentos irónicos, dramas de muchos, aganías de pocos. A continuación escribiré varias entradas enfocándome en las cosas que no conté durante mi estadía. Aquí no es necesario esperar 12 años para enterarse de qué pasó y cómo sucedió. Aquí lo contamos tal cual fue.


Ahora vamos con "Instant Karma" a la voz de Bono, vocalista de U2. Durante mi estancia en el Distrito Federal pasé más de una noche en distintos lugares. La habitación que renté en la Colonia Hipódromo Condesa.

El departamento de Mercedes, una mujer que conocí por allá, lugar agradable, oloroso a humedad, teñida iluminación, pláticas horizontales y caricias sobre sus trópicos.


El departamento de mi compadre "Chicho Man", pequeño, con espacio suficiente para una cama y su silla reclinable, el baño era cómodo, sentía frío en el piso, nimodo era el invitado y no gozaba más beneficios que internet gratis, cerveza y dos buenos amigos.


Aquel sofa con flores estampadas, propiedad de "La Marqueza", hija de "La condesa". Con un cigarro Marlboro salieron a flote muchas verdades entre ella y yo. Ayudaron algunos licores a relajar los cuerpos, su suave piel la recuerdo bien, delicada, chilanga, hermosa.


Y por último, sin restar importancia, el departamento de la Colonia Roma. Aquel edificio de siete pisos acomodado con astucia como reina de Ajedréz entre las calles Durango y Veracruz, era el corazón de una colonia dormida, pasiva porque el pasado evaporó su historia. Así como lo narró el escritor José Emilio Pacheco en su novela "Batallas en el desierto".

Era la fortaleza de mis pensamientos. Conservó secretos como un presbítero callado, mudo a las tentaciones, ajeno a las pizcas de curiosidad. A los últimos días de la partida fue quedándose vacío ese departamento, probablemente alguien más viva ahí hoy día.

Sobre su piso de duela se pasean los fantasmas del pasado. Se sientan en los sillones naranja, voltean los cojines para ocultar las huellas de zapatos, quemaduras de cigarro, copas que derramaron vino tinto. Atrás de los muebles yacían colillas de cigarro, periódicos viejos, corcholatas de cerveza, cotonetes, servilletas. No extraña si aun la madera conserva las lágrimas que muchos derramaron en su momento, los sentimientos afloraron como botones entre pétalos y polen. Cuando no había mesas sobraban bancos, no faltaba espacio para dormir porque el piso era infinito, cualquier rincón era bueno para descansar, prefería siempre el sillón más grande.


Dos habitaciones, un baño, cocina, sala y un balcón con vista a la Glorieta de Insurgentes si mirabas a la derecha, al tianguis de Sibeles (o como se escriba) si volteabas a la izquierda, de frente la parada del metro bus.

Con un chiflido, mensaje o llamada de celular, el último aviso antes de salir corriendo, así me despedía de aquel lugar. Caminaba a la estación del metro más cercana, pagaba 50 pesos de taxi si era tarde, los personajes del Metro Insurgentes eran buenas gentes de lejos claro.

Entre las paredes y el suelo de duela pasaron infinidad de cosas, buenas y malas. Las mejores no está permitido contarlas, sólo las peores. Los desvelos escuchando rock mexicano, español, argentino, chileno y gabacho fueron jornadas agotadoras. Días de estudiante, periodista, amigo, compañero de cuarto, pareja, extraño, inquilino, habitante, zombie, cantante, músico, cocinero y hasta medium.

Después habrá otra fortaleza, quizá en Mazatlán o lejos pasando fronteras imaginarias. Es una estancia temporal, busco la cueva de los vicios otra vez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Samuelito me encantó lo que escribiste sobre el depa de la Roma. Esa fortaleza del vicio.
Me hiciste revivir sus rincones, pasear de nuevo por cada habitación, asomarme por el balcón, acostarme de nuevo en los cojines. Me provocaste alegrías y tristezas. Y dejaste en mí un dejo de melancolía.
Un abrazo, te quiero mucho.
Zo.