domingo, 17 de enero de 2010

LLAMAMOS A LA NOSTALGIA "EL CAMINO DE LOS MUERTOS"

Quiero que la nostalgia sea un lazo de seda. Sin dolor cuando olvide, frágil para entenderla, arena entre mis dedos escapándose.

Un mecate de fibra orgánica, o ixtle, para lastimarme las muñecas cuando jale duro y pretenda olvidar.

Andarse tres pasos en línea recta, girar el cuello negando el corazón, mentón en el hombro, silueta entre neblina, línea recta otra vez.

Tiene pies para correr, la nostalgia presurosa, mofándose de las décadas. Enseñan lecciones, sabes a dolor, las manos adelante tocándose las yemas entre dos mundos. Los vivos y los muertos.

Pero no entiendo a la nostalgia. Provoca tristeza. En vez de nostalgia deberíamos decir "evocar", según el Diccionario de la Lengua Española evocar es "Llamar a los espíritus y a los muertos, suponiéndolos capaces de acudir a los conjuros e invocaciones". ¿Cuántas veces no hemos deseado que regresen los años felices que vivimos con nuestra familia? Pensamos en el ser querido que falleció. Los lugares visitados, el sazón de la abuela, el primer beso, el escote de la maestra o la película favorita.

Murió el momento de aquella acción cuando nos alejamos, terminó su etapa o proceso, asi nos desprendemos de ese hecho y lentamente se vuelve un recuerdo. Cuando lo evocamos vamos al imaginario de nuestra mente, un archivero inmenso con su propio panteón y desenterramos aquella anécdota. Parecemos brujos sin calderos pero sí con materia gris, ahí vertimos los ingredientes y regresan las historias como vapor verdozo, hedor penetrante y ojos de lagartija: la fórmula para desafiar a la muerte a través de los recuerdos, la cruda nostalgia.

No quiero olvidar la voz de mi madre, sus consejos o enseñanzas. Los regaños de mi padre, sus palizas que después entendí el porque de aquello que yo llame "agresión" o nalgadas pero que era un correctivo. Los tacos de frijol que me daba mi abuela, los hot cakes que hacía mi abuelo. Las perras come ratas, de pelaje blanco y manchas negras, fieras protectoras de sus cachorros cuyos colmillos clavaron varias veces en mi trasero. Las reuniones de primos y juegos sin malicia, cuando la vida era infinita, la idea de la muerta no existía y solo dormir impedía que me divirtiera.

Blind Melon tocando No rain. Kurt Cobain con su unplugged en Nueva York. En VH1, una de las últimas presentaciones de George Harrison antes de morir por cáncer. El primer ciber café que acudí en la Zona Dorada, área hotelera y turística de Mazatlán, a un costado del hotel Mister As.
Las nieves Dany Yo que estaban en la Plazuela La Concordia, las enchiladas suizas del restaurante Doney. Un restaurante de comida china que ví en ruinas, a un costado de la tienda Fábricas de Francia, sobre la calle Benito Juárez, las decenas de puestos que vendían artículos étnicos en la Plazuela Machado, las Ferias del Libro sin malicia a finales de los años 90. Las dos grandes fuentes ubicadas en la Plazuela República. La rosticería ubicada en el demolido Cine Zaragoza. La proyección de La Sirenita en la sala Tauro del cine de la Plaza La Concordia. Los cartones de cerveza que no se acababan en las fiestas en casa de mi abuela. Los puercos y chicharrones hechos por los adultos y sigo recordando llego a mi nacimiento. Aquí la nostalgia termina, queda espacio para las preguntas, la ignorancia no existe porque no conozco, jamás supe del pasado para afirmarlo pero puedo interpretar y pecar de ignorante porque no estuve ahí. Cuando muera habrá tiempo para la nostalgia, por ahora me dedico a construir historias, después las olvidamos y uno que otro las evocará.

1 comentario:

xhabyra dijo...

esa es nostalgia viejo, ahi a la plaza la concordia fui a ver varios estreno, entre ellos ROBOCOP,

y hablando de nostalgia, pronto vamos a sentir nostalgia por el kiosco de la plazuela zaragoza que ya derribaron la semana pasada.

Xhaludos