miércoles, 27 de enero de 2010

¿Quieren brillar junto a mí?

Lo confieso en el momento que escribo las siguientes líneas. La adicción a la comida existe. No hago mención a la bulimia o anorexia, es más fácil todavía, es el deseo de comer sin detenerme.

A esto súmenle un ramillete de emociones, con la brisa más leve vuelan sin tocar el suelo, no lo hacen, permanecen estáticas, casi inmóviles esperando que algo las desbarate, algo como una manifestación de alegría, miedo, tristeza, soledad, agonía, angustia, dicha, soberbia, injustica, impaciencia, júbilo y hasta un orgasmo exigente de satisfacer al apetito, después de un tabaco.

Vivo para comer, no como para vivir. Confieso que más de una década me experiencias similares me respaldan. Si la comida no ocupa un lugar importante en mi vida, nada lo llena.

Aislarme no es la solución, la soledad no remedia mi padecimiento emocional atado al estómago, hermanado a las papilas gustativas, encariñado con el olfato, querido del gusto, primo del tacto, amigo del plato. Eso es vida. Comer y comer.

Nueve años de experiencias en el periodismo hice a un lado. Una relación sentimental corrió la misma suerte, una fémina aun no sabe si aguardará a mi regreso. La familia es el bastión más importante, ahí estarán cuando los necesite. En duda y atónitos quedaron los amigos y amigas, una decisión que tomé jamás la esperaron, vieron al pitcher pero la curva les pasó hasta la zona de Strike.

Necesito ayuda. Facebook es una red interesante, una capacidad extraña y casi mágica para transmitir una idea. Un pensamiento que expreso, una necesidad que tengo de sentirme querido, sentirme apoyado, cuando sé que existe esto y más pero a veces urge me lo recuerden.

Las letras me dan descanso, un desahogo para mi alma. Me duele la cabeza, tomo te de manzanilla para calmar ese dolor. El estómago dejó de dolerme desde hace tres días, desde hace tres días que comí alimentos nutritivos, haciendo a un lado las papas con saborizantes artificiales, conservadores y echando menos dinero a las arcas capitalistas. El café inflama mi estómago, deprime mis estímulos de felicidad, aumenta mi perverso lado oscuro.

Lo confieso, este viernes será mi último día en Mazatlán. Viajaré hacia Durango donde me internaré en una clínica para combatir adicciones. ¿Combatir? ¿Acaso esta palabra es necesaria? No lo creo. Reafirmo: "Me internaré en una clínica para entender por qué como cuando soy feliz y si triste estoy. Deseo bajar de peso cuando con nutriólogos, sicólogos, médicos, brujos y hasta veterinarios no han podido hacerlo. Sin fuerza de voluntad que me impulse o deseos de vivir, necesito reafirmarme en el plano material. Existo pero sin un para qué, camino sin rumbo, escucho las olas sin mojarme los pies, una vuelta y escapa el sol de mis manos.

Habrá aquellos que tachen esto como una debilidad. Sí lo es. Soy débil. Otros afirmarán la fortaleza del hecho. Sí, soy fuerte. A unos cuantos les importará un comino. A mí me da lo mismo.

Si conocen a alguien con sobrepeso pregúntenle si es feliz. Cuestiónenle cuánta ropa tiene en su closet, si la usa o nada más la admira, esperando que por mágia su cuerpo pierda kilogramos y él o ella puedan vestir otra vez aquellos atavíos muertos en vida.

Mazatlán es un bazar para la gastronomía marismeña. ¿Cuántas nobles carretas de mariscos no hay en las calles? Listas para saciar el apetito de quienes piden ceviche de camarón, pulpo, sierra, cochito, aguachile, cayos de acha, cucaracha de mar, pata de mula, avulón y entre otras curiosidades culinarias. ¿Cuántos comedores son obesos y cuántos delgados? El número puede no variar mucho, ser iguales tanto delgados como rollizos. ¿Aun así cuántos son felices con su físico?

Los flacos quieren ser gordos, los gordos flacos. Las mujeres sin pecho quieren más senos, quienes son excesivamente proporcionadas quieren perder un poco de sus atributos. ¿Quién entiende a los humanos?

Si los animales se quejara por su físico sería como aquel chiste del Elefante que tiene sus orejas enormes, nariz alargada, patas planas y gruesas como troncos, piel áspera y flácida como trasero de anciano y ojos diminutos. ¿Quién los entendería?

No solucioné a tiempo los saltos que dí. El universo moldeó un objeto para guardar mis ideas, se transformó en el cuerpo que actualmente ocupo y lo maltraté a mi antojo.

Admiro a las estrellas porque su luz puede ser vista a millones de kilómetros. Quizá no griten pero sí están ahí para quien desea contemplar su brillo. Estoy cuando alguien me necesita, si pide ser escuchado para desahogarse o simplemene si no quiere sentirse solo. Esa es mi pasión, escuchar, ayudar y servir a otros.

Lo he hecho, pero mal, no encaminé mis emociones hacia un sentido porque todo venía desde mis prejuicios, desde mi sobrepeso. Aun así olvidaba eso y me concentraba en los otros.

Este aislamiento, estos meses en solitario los invertiré para pensar en mí, sanar mi esencia. No sé cuándo regresaré o si lo haré. Lo unico seguro es que partiré el viernes.

Soy responsable de cada estrella que ilumina el cielo. Solo de mí depende que su brillo no se extinga. ¿Quieren brillar junto a mí?

2 comentarios:

xhabyra dijo...

Buen Viaje, y que logres tu objetivo.

Nos leemos a tu regreso

Brujitanicotina dijo...

Espero saber pronto de ti..
no tengo ningun tipo de comuunicacion contigo.