Porque los niños se convirtieron en hombres cuando sus cuerpos cayeron. A los ojos de los soldados eran iguales. Tenían 15 años de edad. A Rosendo le tocó vivir esa historia. Nadie lo conoció mejor que sus amigos. Hoy lo recuerdan a cuatro décadas de su
desaparición. Nosotros seguimos
vivos. Respiramos. Miramos atrás más no entendemos qué ocurrió porque nos vendieron una historia
digerida. Que la sometieron a filtros. Yo no sé si era Rosendo. Encontré su nombre tallado en piedra. Iluminado por el astro sol. Los relieves de sus sombras se transforman en capas oscuras, duelo y sangre que invisible pasó años y años sin dejarse ver. Manchones rojos no hay. Tampoco cuerpos que llorar, tus recuerdos vagos Nana María te sacan lágrimas de los ojos porque tu hijo se las llevó todas en una noche de llanto.
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