viernes, 16 de enero de 2009

ojo jaguar en espesura de pestañas

A muchos les resulta cansado leer a Octavio Paz. Murió el hombre, trascendió su palabra escrita. Por momentos recuerdo mi primer acercamiento con el escritor, poeta y humano que me conoció a través de su obra "El laberinto de la soledad". Allá por 2001, exactamente el 8 de diciembre, varios mazatlecos celebraron el aniversario luctuoso del cantante, pensador y ex integrante de The Beatles, John Lennon, en una húmeda noche todavía de otoño en la Plazuela Machado. Aquella capirotada musical permeó toda la noche desde ritmos como blues, soul, jazz, rock, pop y versiones electro acústicas que tocaron fibras sensibles entre los espectadores. Ahí estaba yo, cautivado por las interpretaciones de quienes rindieron tributo al músico oriundo de Liverpool, Inglaterra. Temas como Come Together, Hey Jude, Don´t let me down y claro el clásico de IMAGINA se interpretaron la sabatina noche cuando me topé con un vendedor de libros viejos, amarillos y anticuados por sus desgastadas portadas.
Octavio Paz sobresalió, jamás supe cuándo ocurrió esto ni cómo. Simplemente el fantasma de Paz me tocó. Sin tutubear tomé el ejemplar acostado bajo su contraportada sobre una alfombra roja, incliné mi cuerpo y lo sujeté con ambas manos. No hubo mágia en ese momento, tampoco destellos de inspiración ni nada fantástico. Sólo conocí a Octavio Paz.

Y en mi clase de Cine y Postmodernidad, nuestro maestro me hizo recordar al escritor mencionado cuando dijo "


Caes de tu cuerpo a tu sombra no allá sino en mis ojos,
en un caer inmóvil de cascada cielo y suelo se juntan,
caes de tu sombra a tu nombre intocable horizonte,
te precipitas en tus semejanzas yo soy tu lejanía
caes de tu nombre a tu cuerpo el más allá de la mirada
en un presente que no acaba las imaginaciones de la
arena caes en tu comienzo las disipadas fábulas del viento
derramada en mi cuerpo yo soy la estela de tus erosiones
tú te repartes como el lenguaje espacio dios descuartizado
tu me repartes en tus partes altar el pensamiento el cuchillo
vientre teatro de la sangre eje de los solsticios
yedra arbórea lengua tizón de frescura el firmamento es macho y hembra temblor de tierra de tu grupa testigos los testículos solares
lluvia de tus talones en mi espalda falo el pensar y vulva la palabra
ojo jaguar en espesura de pestañas espacio es cuerpo signo pensamiento
la hendidura encarnada en la maleza siempre dos sílabas enamoradas
los labios negros de la profetisa A d i v i n a n z a
entera en cada parte te repartes las espirales transfiguraciones
tu cuerpo son los cuerpos del instante es cuerpo el tiempo del mundo
pensado soñado encarnado visto tocado devanecido.

Contemplada por mis oídos horizonte de música tendidaolida por mis ojos puente colgante del color al aromaacariciada por mi olfato olor de nudez en las manos del aireoída por mi lengua cántico de los saborescomida por mi tacto festín de niebla habitar tu nombre despoblar tu cuerpocaer en un grito contigo casa del viento

Tomado de Lo mejor de Octavio Paz. El fuego de cada día. Selección, prólogo y notas del autor. Seix Barral, 1989.

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