miércoles, 18 de marzo de 2009

UN SILENCIO, PAUSA Y CENSURA DE SENTIMIENTOS

Confesar a una mujer que la amas puede ser doloroso. No sabes qué te espera después de aquella revelación. Tomas aire y sacas las palabras de tu cuerpo. Ella lo escucha y de tu parte viene otro respiro largo. El aire infla tus pulmones, en tu boca queda el último respiro y lo liberas cuando ella empieza a mover sus labios.

No hay silencio, es estridente el espacio entre tus labios y los de ella, hay un ruido que se armoniza, se vuelve eco a lo lejos, crees escuchar las palabras que ya se perfilan como notas musicales. Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si. Las escalas las vuelves tuyas, agregas tonos propios a ese réquiem que se desvanece.

Y tu esperas la respuesta. No importa su impacto, la velocidad que lleve. Golpeará primero a tus ojos, en ellos se refleja el amor que sientes por ella. Aturdirá tus oídos como un zumbido de mosquito, estampida de animales, flor que abre sus pétalos. Tus manos se acalambran, abrazas el aire y se escapa entre sus dedos, ese sentimiento corporeo está frente a ti y no lo puedes abrazar todavía. Lo deseas pero a la vez lo alejas. ¿Qué deseas tanto que no pudes conseguirlo?

Si el corazón no está metido en esto. Es un símbolo nada más. Todo lo debemos al cerebro. A la masa gris que contrasta con el rojo carmesí del órgano que bombea sangre. Y culpamos al corazón cuando la responsabilidad es de nuestro cerebro. Nosotros que pensamos y damos un paso después del otro luego de que el cerebro manda la orden a nuestras extremidades inferiores. Pero en un momento tus pies no se mueven, se clavaron al suelo con estacas intangibles, tu las inventaste para no desfallecer cuando la respuesta de aquella te tumbe o te eleve.

Esta historia no tiene un final feliz porque jamás ocurrió. Es el momento donde nos detenemos, censuramos nuestra boca y callamos lo que sentimos. Yo lo hice en su momento. Después me atreví, confesé lo que sentía y la respuesta me debastó. Duele más acallar el corazón que pelearse con uno mismo y preguntarse por qué no lo hice.