miércoles, 11 de marzo de 2009

WILDE: LA ROSA QUE NO SE MARCHITA

ENSAYO
SAMUEL PARRA

Óscar Wilde se equivocó según la sociedad victoriana de Inglaterra que lo juzgó. Actuó con conocimiento de causa, su experiencia en la vida respaldó sus
decisiones pero los finales sin drama ni llanto ocurren en la literatura, en las obras que el escritor irlandés publicó en el Siglo 19.

Cambiar el desenlace de una trama es propio de quienes escriben literatura, dar el último golpe de cincel al trozo de mármol corresponde a los escultores y los
pintores secan sus pinceles cuando el lienzo no necesita más trazos. Wilde contempló paredes de piedra cuando se inspiró en su última obra "La balada de la cárcel de Reading".

Quienes estudian la literatura de este autor han comentando que su texto lo escribió un ser cuya alma la estrujaron hasta que secaron su esencia.
A una rosa le quitaron sus pétalos, a las lilas su aroma, un sol se apagó en el año 1900 porque la vida de Óscar Wilde se extinguió. Lo juzgaron porque amó, las reglas de la sociedad del Viejo Continente dictó que un hombre no puede amar a otro hombre.

¿Es por un motivo natural que dos hombres no pueden amarse así como dos mujeres? Interviene la Iglesia, la élite social junto su burocracia hecha por pocos para muchos, participan círculos ideológicos conservadores que aislan a los libres pensadores.

Hoy Óscar Wilde el homosexual es Óscar Wilde el escritor. El tiempo no se equivocó porque nació en 1854, la vida le prestó casi medio siglo de existencia donde pensó, actuó, sintió y gozó las mieles de la vida.

Wilde se asemejó al pensamiento de Henry David Thoreau, poeta estadounidense, porque quiso vivir sin prisa, vivió intensamente y sorbió todo el jugo que pudo a la vida, abandonó lo que no era vida para él y descubrió que en el momento de su muerte no había vivido.

Y sucede actualmente en México cuando una idea es rechazada, ya sea en la Cámara Baja del Congreso de la Unión o en el seno de una familia católica. Hay un alto a la reflexión porque intervienen factores económicos que pueden cerrar las puertas a los nuevos pensadores incluso moldearlos para que su literatura sea comercial y no un ejercicio de su alma.

Óscar Wilde ofreció conferencias en Estados Unidos e Inglaterra, habló sobre sus creaciones literarias y opinó sobre tópicos sociales y mundiales, hacía marketing literario que hoy ocurre pero a escala asquerosa como El Código Da Vinci, de Dan Brown, El Perfume y Crepúsculo de Patrick Süskind y Stephenie Meyer respectivamente. Y antes no había televisión, medios impresos con tiraje internacional o internet que bombardea de contenidos a los usuarios. Wilde sin estos elementos era Wilde.

Que el escritor irlandés hubiera nacido en el Siglo 21 es ilógico porque su natalicio ocurrió en 1854 y nadie sabe si su obra habría tenido el mismo impacto, tuvo su apogeo en el Siglo 19 pero la literatura de Wilde rebasó el tiempo colándose a una sociedad donde amar a un igual es visto con naturalidad... a medias porque los pensamientos inquisidores aun no se apagan pero su llama quema una primera capa de piel nada más.

Tiempo y espacio llenaron los huecos del destino para que Wilde no cayera en otra era. "Carpe diem" puede describir su trayectoria porque por sus manos pasaron ideas que las materializó en libros que no cupieron en esos huecos del destino. Vive a lo grande dice esta expresión.

Dios es un concepto con el que podemos medir el dolor, escribió John Lennon en su canción "God", "Dios" a su tradición en inglés del disco Imagina. La obra literaria de Óscar Wilde se midió en gozo y dolor pero cuánto sufrimiento puede presumir un hombre y guardárselo a sí mismo.