martes, 7 de abril de 2009

CARTA A MI MISMO SOBRE CIRENE

ESTA CARTA LA ESCRIBÍ PARA MI MISMO PORQUE OLVIDÉ COMO MURIÓ CIRENE, MI PRIMER GRAN AMOR, MI PRIMERA NOVIA, MI ÁNGEL ENTRE SIRENAS. UNA HISTORIA QUE NADIE CONOCE Y JAMÁS QUISE CONTAR HASTA HOY.

Hace seis años que esta historia se escribió. Su último capítulo mezcló gotas de sangre, lágrimas, cloro y agua de una alberca a modo de tumba.

En menos de diez segundos el cuerpo de una mujer despega del suelo, se eleva hasta 25 metros de altura y se clava como aguja sobre la superficie de cristal de una alberca olímpica.

La punta de sus dedos toca primero el agua. Se hunden los brazos jalando consigo la cabeza. Sus ojos se cerraron cuando el agua llegó al ombligo. La clavadista no arquea su columna para meter sus pies al agua. Comete un error y se estrella contra el suelo de la alberca.

Era el segundo clavado. El primero fue desastrozo y ella pidió al jurado una oportunidad para volver a intentarlo pero sin que le valiera la calificación. Salvó su orgullo a cambio de una muerte que nadie esperó. Más de 100 personas aplaudieron el segundo clavado, superó por mucho al primero y los espectadores se levantaron de sus asientos para aplaudir la hazaña. La joven llamada Cirene no salía de la alberca. Su cuerpo yacía debajo del agua.

Su entrenador miró consternado la alberca. Se preguntó por qué su alumna no salió a la superficie. Quien escribe este texto se lanzó a la alberca antes que todos para rescatar a la clavadista, su novia.

"No había momento para llorar ni pensar, era hacer las cosas ya. Me lancé en cuanto ella no salió del agua porque esa acción le tomaba ni cinco segundo hacerlo después de clavarse en el agua".

Ahora nadie del público aplaudía, abandonaron sus lugares y rodearon la alberca observando la desgarradora escena: Un joven de 19 años salía de la alberca cargando el cuerpo de su novia ya sin vida.

Hacía frío a las 13:00 horas, martes 15 de agosto del 2001. En la mochila de Cirene quedó su chamarra deportiva y el pants que su entrenador le entregó con su nombre bordado. Cirene, eras la sirena de mis lagunas mentales aunque a ti no te gustara. Eras la sirena que me cantabas al oído para hechizarme y arrastrarme hasta el fondo del mar. Cirene, me tomaste en tus manos y juntos saltamos al vacío. Esta vez yo me quedé en el trampolín.

Cirene no reaccionó cuando intervino el cuerpo médico. Después supimos que se rompió el cuello instantáneamente porque chocó contra el fondo de la alberca y no metió sus manos a tiempo para impedirlo o provocarse menos daño.

Yo siempre la alenté a participar en competencias de clavados, su familia no quería. Ella consiguió campeonatos en Mazatlán, Sinaloa y otros estados de México. Yo me culpo por apoyarla, sus padres me odian por apoyarla.

Aun así todos estuvieron de acuerdo en enterrarla con su pelo suelto. Rizos color canera que yo pasaba entre mis dedos. Sin maquillaje en su rostro más que brillo para resaltar sus labios carnosos. Sobre su pecho pusieron sus googles para el agua, su gorro color azul y vistió su traje de baño color blando con líneas doradas. Yo decía que ella era "Un ángel entre sirenas".

Quizá el destino, quizá la vida, quizá nosotros. Días antes de morir Cirene, yo le confesé que me moría de miedo cuando ella subía a la plataforma y ella me tranquilizó diciéndome "Aquí abajo me cuidas tu, allá arriba me cuida Dios" y así fue.

En mi clase de Cine y Postmodernidad, de la Ibero, observamos una película donde el actor principal explicó que él maldijo a Dios porque no impidió que uno de sus hijos muriera. Mi profesor de cine me preguntó que me pareció la película y yo le dije que me identifiqué con esa escena porque podíamos mandar a la chingad a Dios si lo hacemos con cualquier persona. Todos se quedaron callados en el salón, yo decidí salir al sanitario, me encerré en un baño y depuse lo que desayuné, después lloré y esas lágrimas me supieron a cloro, sangre y recuerdos.

Esta confesión ocurrió el tres de abril, alrededor de las 12:00 del día. Nadie más sabía de esto porque a nadie lo conté desde que ocurrió. Solo los familiares de Cirene supieron y muy pocos de sus amigos. Ella casi no tenía amigos, su vida era la escuela y sus clases de natación y clavados. A mi me permitió compartir 8 meses de su vida como su novio. La conocí por una experiencia curiosa que después contaré. Pero el desenlace ya lo conocen.

PD. A la fecha busco el cariño de las personas, el cariño de esa mujer que me llene. Jamás ocuparán el lugar de Cirene pero quiero encontrar a alguien como ella que me aliente otra a vez a saltar desde la plataforma más alta.

PD. 1 Sus pertenencias personales que yo tenía en mi mano las quemé. Las cenizas las arrojé al mar donde Cirene era libre.

PD. 2 Una amiga me dijo "Tranquilo, si cometes esos errores es porque te aceleras al buscar ese cariño y por eso no das con la mujer que quieres". Bueno, ahora sabes mi estimada Dalisky por qué me acelero. Vida hay una nada más.